lunes, 21 de abril de 2008

Sobre LABIOS DEL PONIENTE

Labios del poniente, de Jorge Ernesto Olivera
por Alfredo Fressia
El último de los diez y ocho poemas de este libro afecta la forma de un Ubi sunt por Arthur Rimbaud, su retrato, su voz, “la vida que se ahueca como un silencio”, y pregunta: “¿Dónde colocan el tiempo aquellos que en el futuro no lo tendrán?”. Todo el poemario puede ser leído como la busca de una respuesta a esa pregunta sobre la carrera temporal, que también es física, tangible, hacia la nada. La poesía de Jorge Ernesto Olivera (Treinta y Tres, 1964) se crea desde esa relatividad del espacio y del tiempo, y se instala, como "labios", en el "poniente" del título: el fin y lo que viene después del fin.
Se trata de una reflexión metafísica, peligrosa como esos cristales rotos que estremecen el discurso, “cuarteaduras del tiempo”, o como una contemplación desde la escotilla de un satélite (el del poema 2, por ejemplo), donde ya no habrá mañana. Así, el mundo comparece devastado y la preocupación ecológica implícita adquiere proporciones apocalípticas en este “viaje” (“mi viaje es tarea agotadora, antípoda del mundo”), los recurrentes “caminos” hacia la nada (poema 10) que también transitan en el texto, “tomando el pulso de la carretera,/ Internacional de los cincuenta” (poema 12).
La poesía de Olivera no adhiere al desplazamiento on the road, como la de Luis Pereira (n. 1956), pero comparte con su generación el recurso a menciones de la cultura pop (el rock, el reggae), que conviven con la literatura gótica, como en la escritura de su cogeneracional Federico Rivero Scarani (n. 1969). Estos Labios del poniente (Vintén Editor. Montevideo, 2000) que incluyen “las espadas de manunga”, se abren con una cita implícita de Los misterios de Udolfo, 1794, de Ann Radcliffe, y las menciones “literarias” no acaban ahí. Después de comtemplar el apocalipsis de la ciudad de Vukovar en los Balkanes (“una noche en Vukovar es metal candente,/ entrando en gigantesca boca de metal líquido,/ oscuro rociero de estrellas”), el discurso contempla una muerte individual, la de “Enriqueta Richardson”. De hecho, difícilmente el lector entrará en la “frágil penumbra” de ese poema 14 sin conocer a la australiana Ethel Florence L. Richardson (1870-1946), que usó en su literatura el pseudónimo de Henry Handel Richardson, y dejó entre sus obras The young Cosima, 1939, basada en el triángulo amoroso protagonizado por Richard Wagner, Cosima Liszt y Hans von Bülow: “en fairlight glen, hastings 1946,/ a orillas del mundo muerto,// enriqueta richardson padece ahogos de silencio,/ lejana,// en algun lugar quedará a la venta/ ‘the young cosima’,/ lectura que tal vez nunca haré (...)”.
No se trata de un reproche. La generación poética de Olivera sabe que escribe "para poetas", es decir, para lectores de um circuito informado y subterráneo. La posible oscuridad de este discurso crepuscular no proviene, en principio, de una voluntad explícita del poeta, sino del tema metafísico que aborda con coraje, sin una primera persona redentora, frecuentemente hipertrofiada por el instigado romanticismo de sus cogeneracionales. Y es en la noche universal, no personal, donde Olivera también descubre, como un vidente, esos “incendios” como “pájaros de plata”, que brillan como lampos deslumbrantes sobre su escritura.
Jorge Ernesto Olivera es profesor de Literatura. Ha publiado los siguientes libros: Cuatro cuentistas cuentan, 1988, Poemas del desierto de Mojave, 1994, La expedición al Dorado y otros cuentos, 1997. Los poemas del presente Labios del poniente obtuvieron el Primer Premio de Poesía Inédita de la Intendencia de Montevideo, 1999.

Extraído de Banda Hispánica http://www.jornaldepoesia.jor.br/bh13olivera.htm

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