domingo, 29 de enero de 2012

Reseña de Kayac y otros poemas

Sirenas, ecos y mitos rescatados en esta reseña del libro Kayac y otros poemas

KAYAC Y OTROS POEMAS, Jorge Olivera.

Por Esther Giménez

Jorge Olivera le canta a la ausencia, se embarca en busca de lugares inexistentes, propicios para el poema. Resuenan en sus textos los ecos de otros tiempos, vividos, revividos, imaginados, que nunca sucedieron; páginas arrancadas de la niñez, mitos rescatados, piratas armados hasta los dientes, dispuestos a defender la palabra esgrimiendo la palabra. Kayac y otros poemas es un viaje por un mar que se traga a sí mismo; vaivén de olas que nos mecen y nos hipnotizan con su sonido cíclico, ritual.

Las sirenas, con un poco de suerte, tal vez nos acompañen; difícil en estos tiempos de ruido ensordecedor, difícil ser atrapados por sus ecos cuando vivimos rodeados de altavoces, megáfonos del poder y sus proclamas:

ahora que vivimos tiempos de mentira

que la voz ya no resuena

que la mente se ha vuelto frágil

que tu mirada,

Un tono cada vez más premonitorio, la nostalgia se disuelve por el golpeo incesante del sargazo, nos sobresalta la violencia de lo que ha de venir. El Sol negro cae sobre mompracem y se desata un ceremonial oscuro, un trance sagrado de soledad y muerte en el que el presente y el futuro se devoran el uno al otro, son lo mismo; ráfagas de imágenes evocadoras, invocadoras, ingredientes recolectados para el conjuro: carne humana, aromas, alaridos, miel derretida entre las manos; bombardeos de oxímoron en la batalla, instantáneas de una épica siniestra, el guerrero/futbolista que se detiene en seco a contemplar el eclipse y teme por un destino aciago. El poema sale en busca de poética, como la mano del ciego palpa las texturas: delimitar el mundo es la manera de ver del poeta. La huella que deja es apenas erosión en la piedra, la marca imperceptible de una gota, rastro perdido de animal en la selva:

sube la penumbra del sueño

historia ciega de cada huella frágil

designio devora la hierba

En los trabajos y los días la escritura despierta a un tiempo nuevo, descenso a una memoria que no es pasado, que es carretera en movimiento. Una road movie de camino a una voz que asimila otras voces: Alan Shepard, Burroughs, Onetti, Kurosawa circulan por sus páginas. Toma conciencia el poeta de que el camino, el proceso, es el poema mismo; que como un tigre ancestral debe llevar la carga de su signo, hallarse siempre dispuesto a acechar a su presa en la penumbra, porque así ha de ser es el tigre. Pero el clímax de este viaje se alcanza sin duda en Kayac. Una experimentación onírica, poeta-explorador del mapa de la propia carne. Un río que transita por territorio peligroso, que bordea los límites de un espacio-tiempo sin horizonte, sin referencia. El sueño, el hielo, la llama, la carne… Obstáculos cíclicos, castigos olímpicos reencontrados una y otra vez, imposibles de salvar, incorporados entonces a la experiencia iniciática. El kayac enloquecido dando vueltas en un agujero de gusano, rodeado de muerte y misterio, de milagros luminosos que deslumbran al viajero:

Vino un ángel de luz

y cayó muerto en llamas

Desde la azotea sonaron voces

la quincalla mató la paloma

se fue

curso de río agua tigre.

Olivera ralentiza el tempo en sus poemas trópicos, nuestra nave surca ahora los meandros cada vez más amplios, cerca de la desembocadura. Aires de nostalgia acarician el verso. El poema, herida abierta, se deja arrastrar por la corriente hacia un lugar hecho de silencio, páramo, espacio exterior y noche, donde orbitan cartas de amor y canciones como satélites perdidos. La poesía ya no es gloria, ya no es aquel amor más allá de la muerte, no es canto para la eternidad. Apenas es dique para contener el avance del olvido y solo la ausencia parece perdurable.

En otros blogs

KAYAC Y OTROS POEMAS, DE JORGE OLIVERA

La temporada poética continúa. Se acerca casi a su fin entre la Feria del Libro y la inminencia de las vacaciones. Pero siguen llegando libros excelentes. Textos que demoran la venida del sosiego. En esta ocasión, el 31 de mayo a las 20 h en el Centro de Arte Moderno (Galileo, 52, 28015 Madrid) se presentó el libro Kayac y otros poemas del uruguayo Jorge Olivera (Amargord, 2011). El poemario cuenta con un prólogo de Eduardo Milán. Participaron, además del autor, Marcos Canteli, escritor, y Juan Soros, director de la colección Transatlántica en cuyo sello ha sido editado el libro.

Leer más

Intrusismos de lo real en la narrativa de Mario Levrero, Servicio Publicaciones Universidad Complutense, Madrid, 2009.

Este trabajo se centra en el estudio de la obra inicial del escritor uruguayo Mario Levrero. Tiene como eje las tres novelas que conforman lo que se ha denominado trilogía involuntaria, integrada por La Ciudad, El Lugar y París. El análisis se realiza desde la perspectiva de los estudios sobre lo fantástico. En la introducción se definen la metodología y las vías de exploración adecuada para el acercamiento a las novelas seleccionadas. En el siguiente capítulo se presenta un marco teórico sobre lo fantástico moderno y su presencia en la obra de Levrero. Los siguientes capítulos delimitan la relación temática con la generación de escritores del sesenta en Uruguay y los lazos de conexión con la Literatura Hispanoamericana. El análisis realizado muestra los mecanismos de escritura como factores de construcción de lo fantástico en la narrativa del autor y delimita un modo de la narración de lo fantástico moderno que atraviesa los diferentes niveles del relato para desestabilizarlo. La tesis permite visualizar los mecanismos de construcción de ese espacio ficticio que sitúa al personaje frente al mundo y que revela aspectos de una alteridad oculta.

Kayac y otros poemas

Kayac y otros poemas, Jorge Olivera, Editorial Amargord, Colección Transatlántica, Madrid, 2011.


El problema es con el lugar. De ahí que lo iaginario ocupe un papel fundamental en la escritura de Olivera. Un lugar que no hay. Como en un efecto de rebote, elástico, resorteado, lo que no hay pasa al dominio del mito, protector de los no haberes. Olivera escribe desde un no haber. La presencia de su lenguaje es un efecto de memoria, una huella que no se pierde nunca. ¿Qué encarna ese no haber? Lenguaje del no haber, hay: es el lenguaje de la poesía desde la perspectiva del mito dominante de la modernidad: el mito de la ausencia. ¿Dónde está el mundo al que refiere ese lenguaje que debe dar cuenta de la ausencia? Está a caballo entre la imaginación y la realidad. Hombre de dos realidades es el hombre del exilio, una imaginaria. El lenguaje que atañe a esa realidad es el problema, el problema en tanto trabajo problemático, trabajo poético, tarea de adelantar o replegar el límite, la frontera

Eduardo Milán

cada noche muriendo lentamente frente a las pantallas

a los hospitales

a los balazos de una nueve milímetros

en la reunión cotidiana del ágora doméstica

ignorando cualquier alusión al areté herida

de guerreros cotidianos

sandokanes de todos los días

todos ellos

reconquistando mompracem.


El lector es un sabueso de la lectura

Jorge Olivera

Dos aspectos en apariencia contradictorios cifran esta lectura crítica del libro El camino Ullán. El primero de ellos y quizás el más conocido es el que sitúa a Eduardo Milán (Rivera, Uruguay, 1952) como poeta dentro de la tradición hispanoamericana; el segundo es la escasa acogida que su obra ha suscitado en el conjunto de la crítica académica. La primera cuestión reviste aristas contradictorias en el sentido de que, pese a la obra escrita, a su contundencia y a su trayectoria, Milán es escasamente conocido fuera del círculo de los lectores de poesía. El segundo punto tiene relación con la escasa atención crítica que existe en relación a su obra y que se relaciona con el primer aspecto. Digo que son en apariencia contradictorios porque pese a que Milán es un poeta conocido es también un desconocido para muchos. Ese desconocimiento quizás radica en una incomprensión básica de la cual parte su poesía: se trata de una poesía de pasajes que buscan su lugar en la lengua.

El camino Ullán es un homenaje y una devoción (al poeta español José Miguel Ullán, fallecido en 2009), un agradecimiento y un reconocimiento, pero es también, una poética posible dentro de la gran variedad de opciones en la poesía contemporánea. El libro sigue la huella de aquellos que, como el autor, buscan esta senda de la poesía contemporánea: un discurso poético que revisa la meta escritura de sí misma y que apela a un cuidado formal. Se trata de una poesía que exige un trabajo sobre la lengua, un seguimiento de cerca de aquellos aspectos que hacen al texto relevante y que le dan una identidad propia. No puede decirse que sea una poesía formal en sentido estricto sino que el cuidado formal (en la lengua, en el fraseo, en los cortes) es la manera adecuada de comunicar. Por tanto, la condición básica de esta poesía parte de un desafío al lector: entrar en ese nivel de lengua que se construye dentro del poema como un mundo propio, autorreferencial por momentos, pero nunca desvinculado de su referente lejano.

Milán escribe desde un lugar que no está y sólo es lengua. El lugar en la poesía de Milán es la lengua, es decir, lo que uno es, o lo que se quedó allá lejos, en la frontera entre Uruguay y Brasil. Este tema aparece en el primer texto del libro: “sauce del bueno”, “intenso cuando llueve sobre el campo/ huele a conocido”, “olor donde ninguna fecha pastorea” (17) dice Milán, y son expresiones propias de aquel lugar. De esta manera la poesía hace anclaje en la identidad que desgrana ese lenguaje como “sauce del bueno” o la expresión, “huele a conocido”. La poesía para Milán es también el olor de la palabra, la que fue, no la que es ahora, porque Milán habla desde ese lugar de la lengua donde se inició todo, allí en un pueblo de la frontera: Rivera-Livramento o el rastro de Tacuarembó.

La lengua permea el discurso poético y entra en el significante primero y después en el significado para conectar con otro lugar, también de la lengua, el que marca el camino Ullán, poético éste: una huella a seguir. Este verso, esta meta escritura, este darse vuelta sobre sí misma, es la voz de Milán: “señales indican que la obra tiende a borrar su origen, afirmarlo/ cuando lo borra/ borra el fondo de la taza” (17). Borrar el origen y afirmarlo: se trata de vivir en esta dicotomía que es parte de la poesía de Milán. Pero también es una forma de conectarlo con el otro origen, el de su línea poética (Mallarmé, Vallejo, Paz) y los otros que como él borran y afirman en el lenguaje: se encuentran en él (Joyce). Esta huella que sigue la obra es la mancha que desde el “origen sigue a la obra por su destino” (17).

La poesía para Milán requiere una lectura asociativa: la verdadera construcción de un paradigma lingüístico, o lo que él sostiene en otro texto: “un poema siempre es un pasaje. Un pasaje donde siempre aparece el cruce de caminos” (Un ensayo sobre poesía, 12). Es este estado de suspensión en el que el poema conecta con el lector donde se encuentra el lugar de la lengua, del poema: “En la jerga actual, la del habla, no la del suelo/ todo se simplifica: no hay obra/ ese punto que se fija, momentáneo, inquieto por el tiempo/ no se pone en movimiento por el tiempo, a través hasta encontrarte a ti” (18). La dificultad se encuentra en cómo entrar en ese lugar del habla, de la lengua, del lugar de la memoria. Entrar en la poesía del poeta uruguayo es una búsqueda de los pasajes (idea ya sugerida por el autor en el ensayo mencionado): se trataría de buscar los conductos de intersección donde se cruzan los caminos para entrar en la suspensión ideal que el poema suscita.

La lengua es origen y es la forma de construir la “querencia”, lo que no se tiene, la orfandad de lo perdido que es sólo memoria. Por otro lado, también el yo es el sabueso que rastrea la huella del otro, en el camino Ullán. Es el perro que rastrea, escribe, decodifica y somos con él, seguimos la huella de la pesquisa tras el perro: “el afecto que en su falta aúlla” (22), “uno de los tantos que hoy aúlla/yo, efecto de coyote” (22). Todo esto conduce al lector a ese lugar que deviene a través de la lengua: “No sacar de la voz sino cavas en la voz, la dejas en oculta/ medianoche a campo abierto, luna sobre esqueleto de vaca” (23).

El camino Ullán es también un agradecimiento y una poderosa herramienta de rememoración, un casi intangible ubi sunt de agradecimiento al poeta español. La huella se expande por la página para que el sabueso/lector sepa, conozca y pueda seguir el rastro: “no se degrada nada en la palabra” (25), “sin fundar una comunidad que necesita leyes, latas, palenque” (25), “alma de seda en cuerpo de arpillera/ lo demás, alpargata” (24), palabras con sema propio que conducen el olfato de la lectura: la consonancia del sonido que llega y se hace consonancia del sentido de la palabra.

Si hasta el momento el poemario es un rastreo de meta escritura, una elíptica de ese cruce de caminos que nos conduce a la lengua de origen, en otro momento la realidad y las noticias llegan al verso: Obama, la peste porcina, la gripe y ahí el texto late en otro ritmo para marcar la pauta y mostrar cómo hablar de ciertas cosas en poesía: porque la última frontera también es el lenguaje para decir lo que no es: una manera de resistencia. Pero esta conciencia del yo, esta distancia lírica con las cosas también está en la meta reflexión: “mientras esté oliendo artístico/ huele a huevo fuera de tiempo” (36). Ahí el poema baja a tierra, fotografía la realidad para trasvasarla a la lengua, a la línea del poema. Esto también es el camino Ullán, la herencia del poeta español. Se trata de una toma de posición política acerca de los asuntos humanos que trasvasan en la poesía. Esta visión queda plasmada en Durante: el poemario que sigue al “camino Ullán”. En este caso la línea del presente es un camino evocador, una constatación del verbo resistir llevado a la plenitud. Es también el ruido de fondo de El camino Ullán. Para el sabueso lector diría que es el paisaje de la memoria que acompaña el otro camino (funciona como un cuaderno de notas poéticas a la creación del otro texto). Los versos funcionan como un coro griego que transfiere otra mirada, otros caminos durante el acto de suspensión que el acto de creación poética conlleva. La pista está en el propio texto, cuando Ullán se mete entre la línea: “una cosa es la excepción de uno entre sus pares –José-Miguel/ otra es la excepción de una especie ante sí misma” (58). Es una forma de volver al presente desde la querencia.

En la poesía de Milán parece quedar en evidencia como en ningún otro caso la figura de una lengua que es muchas y es una, pero es también el devenir de quien está fuera del país (Uruguay) o está fuera del país estando dentro (México). Ubicado fuera, o mirando desde fuera, en el presente sólo la narración de lo real es factible de convertirse en grafía poética: una delimitación que también es un territorio literario. Si Durante es el durante la escritura del camino Ullán, resulta clave entender que esta soledad del poema significa también el no estar solos en la poesía: “nunca estamos solos como creemos/ a pie juntillas, tal vez no, a pocos pasos” (69). Pero escribir y desde esta perspectiva leer esta poesía, requiere de un interlocutor, un sabueso que descifre en el olfato de la letra (el código), lo que la grafía construye con esmero, la interlocución con otros: “[…] nosotros ustedes/ acompañantes, por lo pronto, en tránsito/ siempre del cordón a lo acordado, nada/ allí donde han ido mis amigos, últimos poetas/ en primer lugar José-Miguel, Salvador Puig” (69). No puedo dejar de pensar en la relación también lírica que puede existir en este territorio con la obra del poeta uruguayo Juan Carlos Macedo y sus libros titulados: Durar (I, II y III). También allí hay una querencia, un lugar de la lengua hacia el cual apunta el libro.

Quizás sean estos aspectos señalados, esta aparente oscuridad en la construcción poética, lo que restringe el acceso a una poesía que debe atenderse con más cuidado. Milán propone un lector (al cual hemos denominado sabueso) que debe decodificar estos pasajes de conexión que el texto construye. Se trata de un rastreo necesario para entrar a esta lengua trabada, este fraseo que evoca la memoria y que construye las ausencias como soportes de lo simbólico.

Reseña de El camino Ullán seguido de Durante de Eduardo Milán, publicada originalmente en GUARAGUAO. Revista de Cultura Latinoamericana, #37, otoño 2011.